Bienvenidos a este humilde pero sincero espacio. Aquí escribo mis pensamientos, cosas que me preocupan, algunas vivencias, historias que conozco... lo que me dicta el corazón para compartirlo con otras personas, es una manera de saber que no estamos solos en este mundo virtual y poder hacerlo más real y cercano. Me gusta escribir y me siento bien haciéndolo, ojala estás letras lleguen a ustedes como yo quisiera. Siéntanse libres de comentar lo que deseen. Gracias por estar aquí.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Palabras en desuso


Ayer esperaba el ómnibus pacientemente, bueno ya un poco impaciente porque llevaba mucho rato en la parada, cuando vislumbré el susodicho transporte. Como es lógico todos los que allí estábamos nos dispusimos para montar cuando hiciera la tan esperada parada. Nos convertimos en un amasijo humano cuando paró frente a nosotros y entonces escucho a una “señora”, por decirle de alguna manera, que le dijo al muchacho que venía con ella: “empuja y no mires ni para los lados”. Y así lo hizo el muchacho evidentemente. Empujones sin conmiseración a mujeres, ancianos, a todos por igual.
Ya sobre el ómnibus camino a casa, yo no dejaba de pensar en las palabras de aquella mujer y lo que, en respuesta, había hecho el muchacho. Me parecía increíble. Y pensaba: ¡qué clase de educación y respeto estaba ella inculcando en él! Algo muy lamentable.
Amigos, la amabilidad, la gratitud, la bondad, la humildad, la sinceridad, el respeto... producen grandísimos efectos positivos tanto físicos como psicológicos en las personas (emisoras y receptoras). A mí me enseñaron desde chiquita que si quería algo debía decir por favor, que si me equivocaba debía decir perdón, que si recibía algo debía decir gracias y que podía hasta enfrascarme en una discusión con cualquiera sin sentirme menos pero siempre con respeto.
A la inmensa mayoría de nosotros (porque los hay que no reciben esa educación) desde que somos pequeños nuestros padres nos inculcaron esas normas básicas de educación, entre las que se encuentran las consabidas frases de “por favor”, “permiso”, “gracias” y “perdón”. A su vez cuando crecemos y nos convertimos en padres hacemos lo mismo con nuestros hijos pequeños.
No obstante, estas palabras no son sólo cosas de niños. Nosotros, los adultos, deberíamos repetirlas con asiduidad, porque lejos de ser fórmulas de cortesía vacías, estas palabras encierran fundamentos básicos de la educación, en ellas se esconden los valores esenciales sobre los que se construye una persona moralmente desarrollada.
Estas palabras son la expresión oral de una actitud de respeto hacia el otro. Pedir por favor las cosas es lo contrario de la imposición. Pedir permiso, es una fórmula de cortesía como consentimiento o autorización para hacer o decir algo. Dar las gracias, es la mejor muestra de agradecimiento al otro. Pedir perdón, es la palabra de humildad ante un error o falta cometida.
Las palabras por favor, gracias y perdón están siendo poco usadas en nuestro tiempo. Se usan en la conversación y el trato entre personas, menos que lo que debían de ser utilizadas. Se asocian por mucha gente a “la educación de viejos tiempos” y quizá por eso en este mundo más moderno y liberalizado sean consideradas como propias de servidumbres y por eso han sido desterradas por una sociedad que se cree superior y autosuficiente.
Fíjense si es así, que si se ponen a observar, cada vez es menos frecuente que las personas que nos rodean cuando van a pedirte algo digan “por favor”, o que cuando haces algo por ellas te den las “gracias” y mucho menos que cuando se equivocan o meten la pata pidan “perdón”. A veces es más habitual que las diga un desconocido. Increíble, pero cierto.
Y una verdad como un templo es que ser amable hace que las personas se sientan bien y cimienta el camino para crear buenas relaciones interpersonales. Lamentablemente estas son palabras poderosas que hacen sentirse valorada a la persona que las escuchan, se van perdiendo cada vez más.
Cuando das las gracias a otra persona ella comprende que tú valoras lo que ha hecho por ti, ya sea acompañarte al médico o darte un vaso de agua. Cuando dices permiso la otra persona sabe que esperas su consentimiento para hacer o decir algo, y se siente valorada. Cuando pides algo por favor la otra persona comprende que tú la respetas. Y cuando pides perdón a alguien, éste comprende que tú estás arrepentido, que reconoces que te equivocaste, que quieres arreglar las cosas y aprender de tus errores.
El adulto que no pide nada por favor trata a los demás como meros instrumentos para obtener lo que desea. Aprender a decir “por favor” significa que quien está ante nosotros no es un siervo, que no mandamos sobre él y, por tanto, no exigimos sino que pedimos, no ordenamos sino que solicitamos. Esta actitud favorece el desarrollo del respeto al otro, viéndole como alguien igual en dignidad y con idénticos derechos.
Cuando pedimos permiso la persona que va a ser objeto de nuestras palabras o acciones se siente respetada porque sabe que le estamos pidiendo licencia o consentimiento para hacer o decir algo.
No menos importante es saber decir “gracias”. Las gracias no se dan por cumplir con una mera fórmula de urbanidad sino por desarrollar la actitud del agradecimiento. El adulto que no da las gracias va por la vida poniendo la mano para recibir, pero pocas veces la tiende para dar.
Muchas veces quizá pensamos que nos merecemos lo que otros hacen por nosotros, otras veces quizá pensamos que “si lo ha hecho, es porque ha querido”, dar las gracias a otro ser humano enriquece tu vida y la de los demás a un nivel incalculable. Decir gracias no nos quita ni siquiera un segundo. Otras veces somos agradecidos pero no lo demostramos, porque damos por sentado que lo saben. Esa es una palabra muy sencilla de pronunciar y acompañada con una sonrisa, alegra el alma de todo humano.
La palabra Gracias encierra un poder y profundidad inimaginables: Traspasa todas las barreras culturales, geográficas y religiosas, es reconocida y aceptada por cada uno de nosotros y, si sabemos aplicarla constantemente en nuestra vida, puede brindarnos enormes beneficios en todos los aspectos. ¡Que poco cuesta decir GRACIAS! ¡Pero cuantas veces se nos olvida!
En cuanto al perdón, todos sabemos que es una de las cosas que más cuesta. Los motivos habituales suelen ser dos: vergüenza unida a culpa, o soberbia unida a resentimiento. Sin embargo, quien pide perdón, en primer lugar vence la vergüenza, con lo cual eleva su autoestima y reconoce su culpa, y con ello crece en su sentido de la responsabilidad. En segundo lugar, quien pide perdón es capaz de superar su egoísmo, vencer la espiral devoradora del rencor y evitar ser carcomido por el orgullo.
Pedir perdón es complicado pero no puede dejar de hacerse siempre que la situación lo amerite. Comerse el orgullo, agachar la cabeza y decir “me he equivocado” puede ser de las cosas más difíciles en esta vida. Y hacerlo con alguien que nos importa, al que hemos defraudado, ofendido o dañado no sé si es más o menos fácil, pero no me cabe duda de que es muy necesario. Perder a los que nos importan por soberbia debería estar penado con la muerte.
Creer que “el tiempo lo cura todo”, que “ya se le pasará”, que “tampoco es para tanto”, dejar pasar tiempo a la espera “del mejor momento para hablarlo”, son simplemente excusas y más excusas para no echarle frente al error y arreglar la situación. El tiempo cura cuando se han puesto los medios, en caso contrario puede hacer que una simple infección se convierta en gangrena. Recuerden que igual que dos no se pelean si uno no quiere… dos tampoco se perdonan si uno no da el primer paso.
En conclusión, la persona que crece al amparo de estas expresiones: por favor, gracias, perdón, permiso… sin duda alguna es una persona que respeta a los demás y los reconoce en su dignidad sin usarlos a su antojo; una persona que se sabe deudora de tanto bien como recibe y por tanto agradecida y abierta; una persona humilde, responsable y libre de rencor.
Estas palabras hay que expresarlas como vocablos llenos de contenido real y no como simples sonidos que salen de nuestra boca “para cumplir”. Palabras que hay que decir y manifestar con el corazón, con hechos… decirlas no hace al que habla menor que al receptor ni son una muestra de debilidad.
Para mi el que es capaz de usarlas en su repertorio diario es una persona merecedora del más sincero respeto (otra palabra importante), porque el respeto es el sentimiento que lleva a reconocer los derechos y la dignidad del otro. El respeto a los demás es la primera condición para saber vivir y poner las bases a una auténtica convivencia en paz.
En lo particular, me gusta estar y estoy entre las personas que aún dicen “gracias”, “por favor”, “perdón” y “permiso”.
Y hablando de esto, quiero darles nuevamente las gracias a todos, los conozca personalmente o no: Gracias por acompañarme diariamente, por animarme, por motivarme, por leer mis post, por hacer que vuele mi imaginación, gracias por hacerme quien soy cada día y darme una razón más para seguir. ¡GRACIAS! por su apoyo, por sus comentarios, por esas "gracias" que a veces me dan... eso me alimenta y me da energía para seguir escribiendo y para seguir desarrollando día a día mi trabajo.
Tenía ganas de escribir este post, no sé si lo habré hecho bien porque a veces las palabras más sencillas son las más difíciles de definir; son tan claras, las usamos tanto (quienes las usamos, por supuesto) y las entendemos tan bien que... nos resulta muy complicado de resumir el contenido en términos precisos. De todas maneras he hecho mi mayor esfuerzo por explicarles lo que opino sobre todas estas palabras que lamentablemente están en desuso.
¿Y ustedes qué piensan al respecto?

lunes, 17 de noviembre de 2014

Ese mar azul, bravo y seductor



"¡Nada es tan mío como lo es el mar cuando lo miro"
Elías Nandino -poeta mexicano (1900-1993)
Mi mar tiene magia y misterio… mar de sueños… lo mismo me devuelve a mi infancia que me proyecta al futuro… Es etéreo, se entremezcla con el cielo, se confunde con el viento… Y me invade sensación de inmensidad, de salvaje y poderosa energía… A veces es poderoso e implacable otras tantas veces nos acarician sus suaves olas en la orilla de alguna playa donde se pueden ver las mejores salidas y puestas de sol o ver con la rabia que rompen las olas sobre rocas y acantilados, es bello por donde se mire.
Me fascinan los colores del mar. Azul... ¿sólo azul? El mar cambia de color, su tonalidad puede ser muy diferente en pocas horas. El cielo también decimos que es azul y... ¡vaya si es diferente desde el amanecer al anochecer! Evidentemente nuestra mente tiende a la simplificación. El color del mar tiene siempre algo que ver con el color del cielo y de su suelo. Una tonalidad más blanquecina o amarillenta se entrevé en la proximidad. Su fondo es arenoso. !Qué diferente color tiene en ese día tranquilo a ese azul fuerte marcado con blanco indicativo de oleaje, de mar movida!
Me hechiza esa inmensidad azul de horizontes infinitos, aire, luz, rumor de olas y la sensación de paz que su visión nos inspira. Cuando estoy frente a el me adentro en sus misterios y silencios, en los secretos que ocultan sus temblorosas y gélidas aguas... el corazón del mar es inmenso, profundo, sabio como lo es todo en la naturaleza. El mar es arrullo de noches estrelladas, es paz encontrada, es la orilla del mundo real y en donde empieza la fantasía. Su resplandor remero nos adentra a bogar en leyendas, mitos o cuentos, a imaginar galeones, piratas o corsarios...
El mar es un pozo infinito para crear, inventar o soñar todas las historias que se nos ocurran. Aunque si soy sincera me gusta verlo y disfrutarlo desde la orilla y adentrarme en él unas brazadas, no más. Cuando he tenido experiencias de estar en altamar siempre me han dado un poco de miedo por su inmensidad. Pero, estar en una playa, mirándolo en toda su plenitud me embarga un estado delicioso, sintiendo en mi cuerpo y en mi espíritu la unión de los cuatro elementos vitales. La tierra que piso, el aire que respiro, el sol que me calienta y el agua, imprescindible para la vida. Es entonces cuando me hago una con el Universo y la Trascendencia.
Cuando estoy cerca de el, no es difícil madrugar con tal de acercarme un ratico a pasear a su lado sin gente, sin ruido, sin nada. Y el se fascina con mi llegada, noto que cuando voy a verlo me dice: "Ya estás en casa". Soy de mar porque valoro el tenerlo cerca como un tesoro increíble que no está al alcance de todos. Ser de mar no es solo nadar en sus aguas, es sentir que eres la persona más afortunada del mundo cuando lo tienes cerca.
Mi hora favorita, el amanecer, cuando el sol ya ha salido pero aun provoca estrellitas en el agua… Me gusta pasear por la orilla del mar… andando despacito… descalza… por la arena mojada, hundiendo mi huella en ella… un caminar ligero y suave cuando los primeros rayos del sol bañan cálidos mi rostro…
Mar inmenso y profundo. Amparo de mis sentimientos, refugio de mis penas. Apoyo incondicional y sincero. Zozobrando entre sus olas, única y grande me siento. Lugar de mis sueños y anhelos... Me gusta su hipnótico movimiento, su fuerza. Me encanta su rugir y sentir su brisa. Amo el mar, pero no me adentro en él, suele ser engañoso, bipolar.... Tal vez no sea él, tal vez soy yo, que debo aprender a nadar bien.
A primera hora de la mañana… no se ve ni un alma, quizá duermen… Sólo una gran extensión de arena frente a mi, sin pisar, bañada por una espuma blanca susurrante… Me paro y la observo… Me parece increíblemente lejano el final… inmensa como ese mar que está ahora a mi lado… Andar sabiéndose solo en todo el mundo… un paso tras otro, sin prisa, por una playa desierta… camino infinito…
El mar es un mundo sorprendente. Me fascina el color cambiante del agua, siempre distinto según la luminosidad del día o de la hora, según las nubes oculten el sol o lo muestren en todo su ardiente esplendor, y me subyuga definitivamente la tonalidad de un azul intenso que adquiere a cotas de gran profundidad. Esas aguas azules  con aroma a vida, nos permite olvidar o rescatar recuerdos, enterrar nombres o recordar en sus arenas. El corazón del mar late por nuestras venas, susurra palabras y versos de amor. Cerremos los ojos y naveguemos a la deriva, aferrados sobre sus alas, gracias a sus aletas y al viento de sus olas...
Este fin de semana estuve junto a él. Una vez más. El paisaje que pude contemplar era hermoso a la par que extraño. Como si de una acuarela se tratara, se veía distorsionado el contorno de la playa y las olas que rompían con fuerza en su orilla, dejando la estela blanca de la indómita espuma. Siempre es una visión fascinante. En aquel momento, me habría gustado saber pintar y poder trasladar a un lienzo aquel paisaje casi onírico.
Puede hacer sol o estar encapotado o con densas nubes de tormenta, puede rugir o susurrar en mis oídos. Es mi mar. Respeto, fuerza y una especie de adicción. Nunca he sido capaz de pasar demasiado tiempo sin verlo. El mar es muy superior a mi palabra, rebasa mis brazos y mi mirada. Es el guardián de mis sueños, confidente de mis secretos, mi consuelo, mi alegría y mi salvación. Con el mar tengo una comunicación... como si hablara con mi ser, como si hablara con migo mismo a un nivel muy profundo… ahí encuentro las mejores respuestas y las mas sabias decisiones. Él me traspasa, nivela mis aguas internas, me contagia su ritmo... Es un motor que mueve mis interiores a veces dormidos por la vorágine de la ciudad.
Descalza, alcancé la orilla y de pronto me sentí parte de aquel cuadro mágico. El mar golpeaba con fuerza los riscos y la arena. Un viento molesto revoloteaba incómodo levantando a su paso arena de la zona seca de la playa. Cerré los ojos dejando que la brisa salpicara mi rostro e intentando conservar en mi retina aquella escena casi dantesca de la mar embravecida.
Los cinco sentidos se agudizan en el silencio… Ver, oír, tocar, oler y gustar de ese sabor a sal que se nota en la garganta… y poco a poco pareces sentir que formas parte real del Universo. Que cuadras. Se puede sentir en un plano distinto…
Sólo con uno mismo… encontrarse con el interior, despacio… y sacarlo afuera… en silencio y con calma… observando todos y cada uno de los detalles que el mundo me muestra… descansar en ellos…. sólo contemplando la belleza de un instante tras otro… impregnándose de ella, disfrutando y saboreando cada momento… dejándote arropar por un sentimiento ascendente, creciente sensación de libertad…
Ignoro el tiempo permanecí allí, sentada frente al mar. En esa playa distante y hermosa. Ahora el agua serena y suave llegaba hasta mis pies y los besaba amorosamente con besos de espuma. Lucía el sol y el cielo estaba con ese azul diáfano característico de mi tierra. Apenas unas nubes salpicaban de blanco como gaviotas planeando en el manto azul del cielo.
En otras ocasiones lo he dicho. Existe un affaire entre el mar y yo. Supongo que lo he sabido desde siempre: estamos ligados por espíritu. Tratar de negarlo es inútil. Es una relación que se aviva con cada reencuentro. Nunca puedo separarme de ese mar tan monstruosamente seductor sin una desconsoladora amargura. Cuando tengo que regresar a casa y me despido de esa belleza incomparable siempre me siento abatida.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Sin comentarios un blog se queda cojo



“Yo no procuro conocer las preguntas si no las respuestas”
Confucio
Tener un blog es una experiencia única y muy gratificante. Lo sé por experiencia. Este sitio es mi territorio, donde muestro quién soy y cómo soy. Me brinda la oportunidad de exponer lo que pienso, lo que siento. Me abre un nuevo canal para comunicarme con el mundo. Pero lo que más me ha gustado de escribir un blog son los comentarios. Darme cuenta de que lo que escribo genera sentimientos en otras personas y a veces hasta un cambio en sus conductas no tiene precio. Cada post que escribo es un reto y me enseña algo.
El blog brinda la posibilidad de establecer relaciones personales y profesionales online con gente que no conoces de nada, que vive en la otra punta del mundo, pero que comparte tus ideas, sentimientos, gustos. Y sin duda acabas creando un grupo de amigos, aunque sean virtuales.
Antes de tener un blog, yo personalmente no comentaba casi nunca en otros blogs, por no darle demasiada importancia o porque pensaba que mi opinión no podría aportar algo nuevo… No sé, el caso es que no lo hacía. Pero después de empezar con esta página y comprobar cómo me siento cada vez que alguien deja un comentario, inconscientemente comencé a dejar mi opinión en otros sitios y descubrí que no sólo es una forma de alegrar el día al autor del blog sino que, sin esperar nada a cambio, es una manera de colaborar.
Un post expresa una opinión personal, un pensamiento, un sentimiento, una historia… que busca compartirse pero también generar algo ¿qué? Pueden ser muchas cosas, pero el autor además de transmitir quiere conocer opiniones. Los comentarios, eso tan pequeño y a la vez tan grande es lo que hace que un blog esté vivo.
Existen muchos motivos por los cuales decidimos tener un blog, pero uno de ellos es mostrarnos al mundo, exponernos y que nos lean. Cuando comenzamos a escribir un blog nos ponemos a crear contenidos pensando que lo que decimos es lo más importante, sin darnos cuenta de que los comentarios añaden otras perspectivas a nuestra limitada visión. Con el tiempo uno va comprendiendo las funciones que cumplen dentro del blog y es que complementan el contenido, debaten sobre las ideas y las experiencias expuestas, comunican las reacciones producidas por la lectura del post lo que culmina con una relación más estrecha entre el autor del blog y sus lectores.
Muchos visitantes no se dan cuenta de que sus comentarios son vitales para la supervivencia de un blog. Son como una recompensa al esfuerzo entregado en un post y una motivación para seguir. Los comentarios se valoran y se tienen en cuenta para futuros temas. Los lectores a veces no son conscientes del importante papel que pueden cumplir con su opinión y su colaboración. Espero que estas letras sirvan para poner en aviso a quien quiera entenderlo.
Si no existieran los comentarios, no podríamos conocer la opinión de quienes nos leen sobre nuestro contenido y no podríamos interactuar con ellos. Sin comentarios no existiría una comunicación bidireccional y perderíamos la posibilidad de hablar con las personas que están al otro lado de la pantalla. Si algo nos ha dejado el mundo 2.0 es precisamente este tipo de comunicación de doble sentido.
Cuando escribo un post, es en cierta forma unilateral ya que lo hago de acuerdo a mis gustos, estados de ánimo, opiniones que tengo sobre algo en particular, esperando que alguien lo encuentre interesante o de utilidad, sin embargo, cuando alguien pone un comentario toda la dinámica cambia, porque ahora podemos “charlar”.
Los bloggers ansiamos los comentarios porque tienen efectos muy positivos. Completan nuestros posts, indican que hay gente real que nos lee. Pero, sobre todo, ¡los comentarios comentan! Sin duda son parte del encanto que tienen los blogs, forman parte esencial de el.
Cuando ves que alguien comenta un post, te animas muchísimo, porque además de leerte esa persona encima se ha preocupado por dejarte unas palabras con su opinión. ¡¡Eso no tiene precio!! Sin comentaros un blog se queda cojo. Puede seguir siendo un blog, pero ya no será lo mismo. Sin comentarios pierde su esencia, pierde la posibilidad de comunicación y retroalimentación directa entre un autor y su público.
Los comentarios se arraciman alrededor de un contenido específico y lo matizan, lo complementan, lo liberan de sus límites para crear un contenido colectivo fruto de muchas voces generosas. Te das cuenta que detrás de millones de pantallas existe mucha gente muy afín a ti; personas con las que puedes compartir muchos conocimientos, puntos de vista e intereses y que comienzan a formar parte de tu “yo digital” y que quizá con el tiempo, puedas desvirtualizar y comenzar una bonita amistad.
Un blog con comentarios adquiere todo su sentido porque ellos son parte del encanto y el impacto de los blogs. Son imprescindibles. Si no existieran sólo estaríamos realizando una comunicación unidireccional. A través de ellos, ya sean positivos o negativos, podemos aprender muchas cosas. Siempre se aprende algo de cada persona, de cada opinión. Sin duda alguna, los comentarios son una gran oportunidad para aprender de los otros y mejorar.
En lo particular, me parece milagroso que los lectores me dediquen su tiempo impagable a leerme y, además a arroparme con opiniones, preguntas o abrazos verbales. La comunicación con el ser humano es maravillosa. Y podemos hacer mucho con muy poco para alimentarla más, si cabe. Agradezco de todo corazón los buenos ratos que he pasado con los lectores. Ya no sólo comentan el post, se comunican entre ellos y cuando alguno de los asiduos se pierde los otros lo reclaman, eso es hermoso y gratificante. Que no decaiga el entusiasmo, amigos.
Les aseguro que escribo con el corazón y lo que me sale de ahí es lo mejor que puedo dar. Cada comentario me dibuja una sonrisa y me emociona. Leer sus opiniones y mensajes me sigue entusiasmando como el primer día. Me hace sentir que el blog está vivo y me anima a seguir publicando. En ocasiones he credo creo entradas basadas en comentarios porque me acerca un poco más a los seguidores del blog. Al fin y al cabo, escribo para ellos, para ustedes. Amigos, ustedes me ayudan mucho más de lo que tal vez piensan. Sus palabras me dan energía para continuar escribiendo y me ayudan a conocer un poco a la persona que hay detrás.
Un blog es como un diario hasta que crea una comunidad, y una comunidad es un sitio donde todos aportan algo. Los lectores interactúan contigo y tú con ellos. Internet no es tan solitario como algunos dicen por ahí, si lo usas como lo que es, una herramienta de comunicación. No olvidemos que los comentarios son mensajes de personas a personas, que invierten su tiempo y se toman la molestia de darnos su opinión, y las opiniones son importantísimas porque abren una puerta para conocer gente maravillosa ahí fuera.
Muchísimas gracias a todos los que comentan y también a los que vienen a leer, espero que algún día se decidan a comentar y así esta familia seguirá creciendo. Yo en lo particular, no sé como manejaré mi apretado tiempo pero prometo hacer lo imposible para contestarles más.
Y, antes de terminar, la pregunta del millón: ¿Algún comentario?

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Escribo por tantas razones



Disfruto escribiendo y con mis textos siempre tengo la esperanza de tocar un corazón y que otras personas se vean reflejadas en la historia, o que mis letras le hagan reflexionar sobre un tema. "Escribir es una manera de vivir" como dijo Flaubert, ese famoso escritor francés. Muchas veces escribo en la noche, ella siempre me embruja en su silencio. Tengo una musa misteriosa, que me acompaña en mis desvelos, ella susurra palabras que yo escribo.
Hace años cuando comencé a escribir nunca pensé que alguien llegaría a leer lo que hacía. Por suerte no ha sido así. Hoy muchos leen lo que escribo y por suerte les gusta. Escribir me permite tener una apertura al mundo completa, diferente y agradable. Cuando escribo soy libre, nada ni nadie me limita. Mis letras soy yo misma asomándome al mundo.
A veces paso horas inmersa en mis ideas, entretejiendo palabras que me brotan como algo mágico... entro en un éxtasis al que no puedo resistirme, mientras escucho las voces interiores que me hablan mis manos recorren veloces el teclado, mi mente y mis sentimientos son una vorágine, y no escucho ni atiendo a nada más, sólo atino a beber un poco de café sin quitar mi vista de la pantalla y a encender un cigarrillo… Es un trance arrollador.
Yo vivo enamorada de la capacidad de las palabras, del sentimiento de libertad que me producen… no soy una escritora, ni tengo un método para hacerlo, simplemente plasmo lo que se va gestando dentro de mí. Lo que escribo siento que tiene vida propia, es autóctono y es más poderoso que yo porque son sentimientos, pensamientos que se producen en mi cabeza y en mi corazón sin mi permiso y cuando los suelto es porque ya me han vencido.
Hoy en día no puedo vivir sin escribir aunque sea un ratico. Cada cosa que escribo me enseña a ser mejor persona, sí, porque a veces no le damos mucho valor a un conjunto de palabras escritas en una hoja, y sin embargo en una simple hoja se pueden reflejar muchos sentimientos.
Con el tiempo me he dado cuenta que escribir me ayuda a salir del estrés y a escapar de la realidad, permitiéndome perderme dentro de mi propio yo en un mar de sensaciones. Nunca intento convencer a nadie de que tengo razón sobre un tema, simplemente expongo con libertad mi parecer. No sé si algún día conseguiré algo escribiendo, pero soy feliz con esto que hago: pensar en voz alta con total honestidad y en absoluta libertad.
Saben… tengo miedo a levantarme un día y no poder escribir… si un día no pudiera hacerlo más es como si muriera. Yo escribo para que renazca mi alma, para que el amor llene cada espacio, para vivir y revivir momentos que pasaron, otros que me gustaría que sucedieran, y en los silencios también sigo escribiendo aunque no los plasme en una hoja. Tal vez, porque escribir e imaginar son sueños que trascienden más allá de mi existencia.
Mientras plasmo tantas cosas que la boca no dice, mientras las palabras fluyen sin temor… vivo y viviré sin parar mientras siga redactando con pasión. Escribo para recordar tanto mis tropiezos como mis triunfos, para crear historias, para crear nuestro mundo, para amar, para que vean lo que hoy siento, para que vean lo que a veces sufro, pero lo más importante es que escribo para vivir.
Cuando escribo derramo mis pensamientos, a veces salen puros y cristalinos como el agua de un manantial, otras veces turbios como en un lodazal pero llenos de sinceridad y amor… en ocasiones surgen frases, metáforas algunas veces afortunadas, pero cada escrito es como mi sangre porque brota de mis adentros, de lo más profundo de mi alma.
Escribo para dar vida aquellos que no quieren vivir; para que sonrían los que están cansados de sufrir, para los que en medio de la noche no encuentran abrigo; para aquellos que se han quedado en un callejón oscuro y frío… Escribiré mientras viva, viviré mientras escriba y ahora vivo porque escribo. El día que ya no escriba será porque se me habrá secado la musa que inunda mi corazón, la que me hace estar agradecida por el sol de cada día, la que me ata a esta vida y me reinventa a cada instante. Escribo para vestirme de alegría o deshojarme en dolor. Escribo por tantas razones que en las palabras ofrezco un pedazo de mi vida.
Cuando me siento a escribir me entrego absolutamente al sentir sin ni siquiera pensar qué podrían creer de mí. En ocasiones es tan fuerte la inspiración y la urgencia de que queden plasmados esos sentimientos que me detengo a escribir en lo que tenga a mano, una libreta, un simple papel, cualquier cosa para escribir aquello que me viene a la mente.
Escribir me ha enseñado a escuchar y a vivir, a sentir lo que muchos ignoran, a palpar lo que nadie ve. Le escribo al viento, al amor, a cada mañana que llega, a lo invisible, a lo oculto, a lo imposible, a aquello que nadie ve pero todos sienten, a la voz poética del fuego, al suspiro afónico del viento, al miedo, al silencio, al fuego de un beso, a las olas del mar, a las ilusiones y a los miedos, a lo que toco con los dedos, a lo que me susurra el viento, a la vida, a la alegría.
Muchas veces al terminar de escribir me sorprendo con lo que leo, con todo lo que he sacado fuera y me digo ¿y esto de dónde salió?, ¿cómo es posible que haya escrito algo así? Y es que muchas veces me parece increíble que haya podido escribir algo tan bonito o tan sentido, o una historia tan increíble. En este sitio por ejemplo muchos se han visto identificados de una manera u otra con mis palabras, maravilloso ¿verdad? Creo que si algo de lo que escribo hace feliz o mueve algún sentimiento en otra persona ya ha merecido la pena hacerlo.
Escribir significa entretejer la historia de mi vida; la amalgama de emociones que caprichosas tiñen de extraños colores cada rincón de mi alma. Escribo para expresar lo que siente mi corazón de manera intacta. Escribo para vivir y hacer vivir al lector que leyendo mis escritos llena su pecho de amor, pero también escribo para el cobarde que no se animó y para aquel valiente que perdió.
Creo que a veces son suficientes unas líneas inesperadas para emocionar un alma, no hace falta buscar palabras bonitas, muchas veces unas líneas resuenan durante horas como el eco más precioso jamás oído porque bastan para expresar sentimientos, y pueden no ser literarias pero dicen más que un libro entero. En ocasiones lo más sencillo es, sencillamente perfecto, y queda para siempre en el recuerdo porque son como un beso inesperado que transmite mil sensaciones a la vez.
Lo que escribo, aparte de mis propias vivencias, es una forma de gritar al mundo en voz callada, lo que pienso, lo que siento. Solo espero que les guste. Mientras ustedes lo lean yo seguiré escribiendo.
Gracias al mar, al sol, a la lluvia, al aroma de la mañana, a mi familia, a mis amigos, a todos esos comentarios de la gente que me han dado y me dan energía para seguir escribiendo, a todos los que entran a esta pagina para darme ánimo en todos los sentidos.
Muchas cosas de las que he escrito las he leído después y me han gustado mucho, pero la verdad es que nunca estoy satisfecha, quizás no está bien decirlo pero no puedo ser hipócrita, estoy en una eterna búsqueda, creo que siempre voy por más... no puedo parar... es un recorrido incansable por mis laberintos, es mi forma de respirar y de vivir. ¿Qué sería de mí si no pudiera escribir? No quiero ni imaginarlo porque escribiendo libero mi alma y le doy alas a mis pensamientos.